viernes, 28 de diciembre de 2012

The Hobbit



Vuelta a la comarca. Por fin llegó la hora de disfrutar del universo Tolkien. Pasados casi diez años desde la sublime "El Retorno del Rey", Peter Jackson vuelve a contar la particular historia del autor sudafricano J. R. R. Tolkien.

Cuando el cine se pone a oscuras, el espectador se sumerge en los bellos parajes de la comarca (rodados como sabréis en Nueva Zelanda), y lo hace de lleno. El esplendor con que Jackson dirije la cámara es puro espectáculo. Los ángulos cenitales otorgan a la dirección de un papel esencial para mantener la frenética escala de aventuras de la película. 

Esencia. Quizá ésta sea la palabra que resume mejor lo que los ciento sesenta minutos de magia proponen. Una especie de vuelta al maravilloso orígen de la anterior trilogía. Mágica a todos los efectos. Y es que la sensación de volver a sentir aquellos parajes, aventuras y diálogos muy fluidos se acrecenta cuando el film se inicia. Esto es bueno, y por desgracia, malo. Por el lado positivo encontramos la certeza de que el mundo elegantemente propuesto por el director noezelandés sigue en pie, y con muy buena forma. Los momentos humorísticos son mayores, la dósis de aventuras prácticamente iguala -o incluso supera- las de las otras películas y el emocionante ritmo no decae en ningún momento haciéndote pasar las casi tres horas como si fueran tres minutos. 
Por contra, y lamentablemente, el cerebro humano tiende a comparar elementos parecidos por muy diferentes que parezcan. Y si lo hacemos aquí, "El Hobbit" tiende a salir ligeramente perjudicado. Sé que es injusto el término "comparación", pero es inevitable. Por culpa del éxito que la anterior trilogía ha bebido, la sensación algo diáfana que queda al finalizar esta primera parte es relativa. No es vacío, no llega exactamente a ser un arrepentimiento -pues la cinta está muy bien hecha, y entretiene mucho-, pero otorga un halo de desilusión gradual, que va creciendo hasta el insulso -y climático, como no podía ser de otra forma esperando dos espisodios más- final. 

La reunión de los poderosos allanará el camino a seguir

Mero entretenimiento. La historia tarda en arrancar, pero lo hace con empuje y colma las ganas de los más puristas con la aparición de Frodo. De hecho, antes de comenzar con el flashback principal, que da vida a "El Hobbit", Bilbo y Frodo coinciden varias escenas durante la preparación de la "despedida" de Bilbo. Es aquí donde el espectador vuelve a sonreír al imaginar todo lo que luego sucederá. Si unimos mentalmente todas las secuencias que quedan en la cabeza, la diversión no nos abandonará en todo el metraje. 

Los cameos son, en general, otro de los puntos fuertes de la película. Sirven para aliviar el exigente lado purista, y suman para el resto de perfiles que vean la cinta. En ambos casos, ver caras conocidas ayuda a mantener ambos universos unidos, y eso nunca puede ser malo. Volvemos a observar a un Saruman "bueno", donde sesenta años antes aún no existía la traición que tuvo lugar durante la trilogía posterior, y esto también está muy bien conseguido, haciendo que te olvides por completo de posteriores trifulcas entre los protagonistas. Esto dice mucho de la atmósfera y del ritmo alto que mantiene en cuanto a tensión y acontecimientos. La película, repito, es muy digna. Pero...

Los graciosos -y estúpidos- trolls, una de las partes más ingeniosos del film 

El humor es, sin duda, uno de los grandes guiños al libro de Tolkien. Perfectamente adaptado, por otra parte, los golpes de humor son seña de identidad durante todo el metraje. El guión firmado por hasta cuatro personas -entre ellos Guillermo del Toro, principal ideólogo de la idea hasta que abandonó el proyecto- está perfectamente asociado al libro -incluso más fiel que la anterior adaptación- y su frescura hace más llevadera la carga de minutos un tanto insustanciales.

Sí, hay demasiados minutos "discutibles". Esta sensación es incómoda, porque el espectador, cuando ve este tipo de aventuras, tiende a querer que los acontecimientos se cuenten con detalle... pero quizás no tanto. La verdad es que no tiene pérdida, todo está contado a las mil maravillas, pero al salir del cine, con sólo abrir las orejas un poco se puede escuchar lo que todos pensamos: ¿Por qué tres películas? En efecto, la opinión que antes contaba es mútua entre los asistentes. Da la sensación de que han querido empacar demasiado durante otras nueve horas (divididas en tres partes), y las trescientas treinta páginas de "El Hobbit" no dan para tanta película. Es obvio, la gallina de los huevos de oro va a funcionar, pero el espectador es inteligente. No se deja amedrentar por números, lo que quiere son hechos. Aquí es donde lamentablemente el film decae ligeramente con respecto a los anteriores. Se han adornado demasiado en detalles bastante banales -sabemos que hay trece enanos, pero, ¿es necesario presentarlos a todos?- Para gustos, los colores, pero yo creo que unos cuarenta minutos totales sobran definitivamente. Esta reducción de metraje innecesario habría dado un impulso al ritmo. No obstante, los productores saben del buen hacer de Jackson, y el dinero volverá a las arcas en mayor cantidad dividiendo entre tres, en vez de entre dos. Pues dos películas habría sido ideal.


Una pena, pero los hechos mandan. Repito y resumo, no es que la película esté mal, no hay arrepentimiento, no deja un vacío perenne, pero honestamente, deja algo que desear. La atmósfera se mantiene -o incrementa-, los paisajes son impresionantes, la música es reveladora y elegante a partes iguales. Todo. Todo en general está bien, pero si lo miramos desde el lado más particular y puro, que es el visionado, podremos observar que le falta algo -en este caso, casi que le sobra- que hubiese mantenido mejor las ganas terribles que tendríamos de ver la segunda parte. En mi caso, ya no me muero de ganas de hacerlo. Podría incluso decir que no iré a verla en la primera semana. Y esto es algo impensable cuando apareció "Las Dos Torres", puse pies en polvorosa para verla el mismo día del estreno. ¿Ha perdido el factor sorpresa? Evidentemente, ni lo comento. Es obvio. La peli no sorprende, pero no queremos que lo haga. Lo que queremos -y hay que aplaudir porque lo han conseguido a la perfección- es rememorar aquellos mágicos momentos rodeados de hobbits, enanos y trasgos que pelean por su propia identidad. Maravilloso colofón de paisajes que agradan la vista del espectador, creando vida desde el inicio, dando ese toque personal que sólo Jackson puede dar. Es algo grande, la película es grande. Sin embargo, entiendo a gente que pueda haberle dejado con ganas de más, y gente que pueda coincidir con lo que aquí narramos. Puede que le sobren cosas para unos, o que le falten para otros, pero lo que está claro es que "El Hobbit" entretiene, impresiona y rememora momentos anteriores con espectaculares efectos especiales y elenco de actores muy bien elegido. Os toca a vosotros decidir. Esto es un viaje inesperado...

sábado, 8 de diciembre de 2012

Luna Sangrienta



Cuenta la leyenda que la luna trae consigo la maldad más absoluta y etérea de todas las perceptibles. Dicen la luna ha engendrado monstruos en el útero de mujeres humanas. La Diosa de las brujas por excelencia, más conocida como Hécate, fue una devota de la luna e iba acompañada por una jauría de perros infernales, que la guiaban para sembrar al mundo de impiedad.

Muchas son las leyendas que el astro muerto nos ha ido otorgando a lo largo de la historia de la literatura. Muchos son también los dichos de mal fario que se le atribuyen. "La cara oculta de la luna", ese lugar que nunca se ve, que no deja nada a la vista, puede hacer residir el mayor mal jamás encontrado.


El gran Ramsey Campbell se sitúa otra vez varios pasos adelante en cuanto a calidad narrativa con respecto a otros autores más famosos, pero sin duda, menos prestigiosos que el inglés de Liverpool. Haciendo un tributo elegante de un genio del género como es H.P. Lovecraft, Campbell sitúa el onírico mundo de criaturas y deidades diabólicas de otro mundo en el contemporáneo norte de Inglaterra. La influencia con respecto al autor norteamericano es sustancial, como así lo son las enfermizas criaturas que se alimentan de la luna para catalizar a la eternidad de la oscuridad.


La extensión de la novela es incalculable. No sólo por el número de páginas, que es bastante mayor que cualquier otra de sus obras, sino por el complejo catálogo de personajes que aparecen en ella. Entre el vaivén de máscaras, Diana Kramer puede considerarse como el principal. La jóven, maestra norteamericana que viene a trabajar a la pequeña aldea de Moonwell (interesante juego de palabras en inglés), empieza a impregnarse de las particularidades de la pequeña zona rural que la ocupa. Con el paso del tiempo, su escepticismo, relacionado con el culto a la luna, las costumbres extrañas de los aldeanos y el confuso entorno -donde el pueblo queda sumido en tinieblas entre árboles, se va disipando, creando un vínculo perdido entre la realidad vecinal y lo que verdaderamente sucede en aquel pueblo.


Los bosques mencionados en el párrafo anterior tienen una importancia clave en el desarrollo de los acontecimientos durante la novela. Al parecer, el nombre del pueblo "Moonwell" (algo así como "pozo lunar", si separamos cada significado aparte), deriva de una mastodóntica marmita de granito rodeada de por unos brezales, en lo alto del monte. Con la brillante narrativa descriptiva del autor inglés se puede percibir que por grandes que los muros sean, la profundidad de aquel cráter no se nota ni con la mayor luz solar. Impresionante el papel de la oscuridad en el libro. Inmejorable la capacidad descriptiva del autor inglés.


No obstante, la complejidad de la novela no permite contar bien los detalles que lo acontecen. Es tanta la información, los personajes y sus interacciones, que el lector puede perderse en varias ocasiones, quedando una sensación de sobrecarga de información. Aún así, recuerdo haber pasado miedo -contexto realista aparte- leyendo las situaciones rocambolescas que la tiranía y el fanatismo religioso dejan entrever en una sociedad moderna cualquiera. Ahí entra el papel del fanático religioso que sume al pueblo en la más estrecha soledad: Godwin Mann. El predicador, lava el cerebro a la mayoría de la gente, queriendo mostrar el gran poder del Dios lunar. Para ello, acampa cerca de los brezales para estar cerca de su deidad. En un momento de demencia, decide descender a la gigante marmita para comprobar la fuerza espiritual de su creencia. Lo que encontrará ahí abajo no se resuelve con una camisa de fuerza...


Narración. De nuevo, la piedra angular del autor brilla con luz propia. Quizá no sea esta última la mejor metáfora, pues el pueblo es sepultado en la más tenebrosa oscuridad en un momento dado de la novela. Gracias a la prosa tan cuidada -a veces demasiado detallista- y algo pesada del inglés, la ambientación se convierte en un hervidero de eficaz terror. La gente huye despaborida hacia ningún lado, pues nadie puede abandonar el pueblo. Algo no permite la huída. Algo siniestro y puro, la maldad más absoluta. La que más hambre tiene...


Los terroríficos sucesos aumentan en intensidad a partir de la segunda mitad de la novela. Y cuando lo hacen, no dejan títere con cabeza. La acción, -especialmente desde la aparición de Mann en su vertiente más fanatista- aleja el halo de realidad y cordura que Diana intenta mostrar, cambiándolo por un horripilante maná de maldad. La meticulosidad con la que Campbell cuenta lo que sucede es tremendamente efectiva. Lenta, densa, pero firme y muy fluida, el ser humano abandona toda esperanza, las relaciones entre personajes se quiebran, y la oscuridad -bendita oscuridad- se apodera de todo el rencor de la sociedad.


Para el final de la novela, es prácticamente seguro que el lector no recordará más de tres o cuatro personajes -de los cientos que aparecen en algún momento-, pero lo que es indudable es que la sensación de agonía relatada se quedará impregnada en la corteza cerebral. Ramsey Campbell es un genio de la descripción. Tiene un don para ubicar al hombre en el plano más controvertido de la conducta humana, y junto con los movimientos de la luna, algo místico, mágico, inmortal, aparece de la nada. Como nada quedará al terminar de leer esta magnífica oda a la falta de luz. 


martes, 4 de diciembre de 2012

Insidious



Ya tenía ganas de ver la nueva criatura del creador de "Saw", el australiano James Wan. Después de "Sentencia de muerte" (2007), que dejó una sensación bastante agridulce, nos llegaba una visión más clasicista del mito de los fantasmas y las posesiones. El legado de este director está impregnado de esa esencia insalubre y meticulosa. Esa sensación lúgubre -con una fotografía muy oscura- no nos abandona en todo el metraje. Cuidadoso en los detalles. Elegante en el manejo de la cámara. Un buen director.

Pero no todo es el monte es orégano, lamentablemente. En este caso, Wan se olvida de la característica principal que le dio la fama que ahora tiene: la sorpresa. "Insidious" es una película correcta, empecemos por el principio. No ofende a la vista -aunque algunos diálogos chirrían en el oído- y mantiene la tensión necesaria para llegar a un final bastante decente. Sin embargo, la sensación de irregularidad no nos abandona durante todo el metraje. Ahondemos en ella pues.

Josh (Patrick Wilson) y Rena (Rose Byrne) son una pareja común instalada en una gran casa a las afueras de cualquier ciudad americana. Viven apaciblemente sus vidas con tres hijos. De repente, uno de ellos entra en un trágico proceso comatoso que mantiene a la familia en vilo. A su vez, coincidiendo con tan desgraciado accidente -pelín forzado- una serie de actividades paranormales les invaden, sin tener claro qué pertenece a la realidad y qué es producto de su imaginación.

Los padres se ven forzados a pedir ayuda "profesional" ante las dudas.

Bajo esta masticada premisa, la acción se sitúa principalmente en las reacciones morales y sentimentales de la pareja protagonista. Ellos, intentan -que no es poco con esos diálogos tan poco eficientes- sujetar la credulidad del espectador con algunos clichés tanto de género, como de "género", es decir, el típico hombre incrédulo ante lo que ve; la típica mujer paranóica que da su brazo a torcer al primer jarrón roto por el aire. Es una pena que el guión  sea la parte menos consistente de la peli, porque hubiese aumentado sus posibilidades de convertirse en un clásico. De momento, se va a quedar en el intento, pese a que la segunda parte está en marcha.

La primera media hora del metraje es prescindible a todas miras. Sale a cuentas ponerse a hacer un caldito de cocido en este frío invernal, que sentarse a ver esos treina minutos. Absolutamente innecesarios. Totalmente mejorables. Si se aguantan estos "preliminares", la verdad es que la acción aumenta la dósis de sustos, apariciones y cuidados decorados, que, gracias a Dios, mejoran la nota final. Lo hacen tanto, que casi deja un buen sabor de boca cuando su demente y rápido final llega a puerto. Hasta que empiezan a pasar cosas en la casa, el espectador se ve torturado por algunos comentarios rarísimos que la pareja tiene que solventar como puede. De veras, hay algunas partes de los diálogos que mantienen que son sonrojantes. Me recuerda al "mejor" Shyamalan...


Mejoría. A partir de aquel despropósito, la cinta se concentra en lo que debe ser una película de terror. Y lo hace bastante bien. De hecho, es una pena que el principio lastre tanto el sentimiento de conexión con la pareja protagonista, pero bueno, no se puede hacer nada. A partir de ese punto, la acción se blinda ante el escepticismo. Es tanta la carga de tensión, que el visionado no permite un descanso. Los sustos, eso sí, son justitos, pero muy, muy bien conseguidos. Lo mejor de la película, sin duda, es la ambientación. La sensación de que algo malo va a suceder en cualquier momento -especialmente en el último cuarto- es notoria. Aquí sí tenemos que decir que Wan hace un trabajo realmente convincente en la dirección, pues tiene varias imágenes bastante escalofriantes, haciendo que el espectador esté en constante tensión. 

La oscuridad y la lúgubre luz dan una atmósfera tétrica al film

Poco a poco, la hemorragia de incertidumbre se dispara. Como decimos, los últimos quince minutos son sobrios. Son perfectos. Una vez descubierto lo que pasa -para el que lo haga- el desarrollo es un filón de situaciones bizarras, oscuras y dantescas, que a buen seguro darán lo que un espectador exigente reclama en este tipo de films. Los seres que aparecen y desaparecen están muy bien caracterizados. Su aparición es bastante original, y su función no reside en inquietar, sino en asustar, lo cuál se agradece (especial atención a la secuencia de los espejos; qué tendrán los espejos que tanto inquietan...).

En resumen, "Insidious" es una cinta decente. Deslucida en su primer tercio, decente en su intermedio, y muy bien conseguida en su parte final. Tamaña irregularidad en el guión acorta la vida de su originalidad final, pero por suerte, el cerebro es listo. Seguro que sólo nos dejará las imágenes que más nos sugieren. Nos quedarán esas risas diabólicas y ese "boom" de acontecimientos que se suceden continuamente durante el desenlace, cuajando una apetecible caída del telón. En marcha "Insidious II", pero no cantemos victoria, porque repite guionista... 

sábado, 1 de diciembre de 2012

Secuestrados (Kidnapped)



No se me ocurre mejor forma de empezar el fin de semana del derbi (maldito fútbol: tanto nos da, tanto nos quita) que hablar del sentimiento que el mismo acontecimiento nos ofrece: Estamos secuestrados.

Miguel Ángel Vivas, director sevillano que ya sorprendió a la esfera cinematográfica con el brillante corto rodado en Portugal (y con actores portugueses) "I'll see you in my dreams" (2003), se aferra a otro largometraje bastante interesante, siempre en progresión y muy bien dirigido. Tras su -relativamente- interesante trabajo anterior, "Reflejos" (2001), el sevillano confía su suerte en una cinta muy poco comercial, quizás poco original pero muy bien llevada y muy directa. Planos cortos en su gran mayoría, y fijos para observar la escena con todo su esplendor. Implacable. Estridente por momentos.

La premisa de la no sorpresa en cine no es beneficiosa, ni lógicamente lastra una película. Partiendo de esa base, diremos que "Secuestrados" no se resume en lo que vende, sino en los eventos que suceden hasta catar el resultado final. En otras palabras, tanto por el título como por el comienzo, sabemos el tipo de película que vamos a ver. Hasta ahí todo correcto. Sin embargo, cuando la cinta arranca de manera tan ágil, y prácticamente no cesa con una hemorragia de imágenes tan sugerentes, las sensaciones son positivas. Como decíamos, unos planos muy bien presentados y un elenco de actores que acceden al mundo propuesto de una forma nada desdeñable, otorgando al film la categoría de sorpresa, que sin duda es un adjetivo interesante en el plano cine de esta década.

Sí, la historia es sencilla. Simple. Una familia de alto standing se acaba de mudar a una casa enorme a las afueras de una gran ciudad cualquiera. Con las trifulcas típicas familiares (la madre no deja a la hija salir a una fiesta, problemillas entre el propio matrimonio, soledad, etc.) en medio de la mesa, la primera noche viene marcada por el asalto frenético y violento -muy violento- de una cuadrilla de ladrones con bastante decisión. La familia, acorralada, se verá obligada a hacer algo. No sabemos qué vía optará por escoger: la sumisa o la activa. Pero no lo sabemos porque yo no diré nada hasta que la veáis... 

Manuela Vellés en plena secuencia cinemática, grabada en tiempo real

La intensidad del film y su brutalidad son dos de los ejes que mantienen la tensión en el espectador. A todas miras, el papel más melancólico y empático reside en la actriz que más arriba se ve maniatada por uno de los ladrones: Manuela Vellés. Grandísimo papel el de la guapa actriz, que adquiere tintes dramáticos en la parte final de la película. Fernando Cayo hace el rol de padre sumiso que, a veces, por el exceso de celo a dar todo el dinero a los cacos, pone en peligro a la familia con intervenciones más o menos incoherentes. Pero en general, actúan de acuerdo a los cánones que exige un metraje tan enfermizo como este.

Realismo. Quizá pueda parecer un tanto descabellado el hecho de que tres ladrones utilicen tantísima violencia para conseguir dinero. ¿O no?. La sensación de piedad queda reducida al mínimo en un par de escenas que dejan un malestar perenne e inmortal en el espectador. Dichas sensaciones no hacen sino intensificar la agonía de una familia que no espera tamaña crueldad. Los tres actores ofrecen al espectador una ágria disputa entre la moralidad y el exceso. La conciencia de los que quedan en la casa traspasa el umbral de raciocinio humano, y se convierte en un amasijo de desesperación y observación. Esta última característica viene dada por la longitud tremenda de algunos planos, que lejos de alejar, acercan la cruel intesidad y saña con la que los ladrones ejercen su voluntad para con la dupla de mujeres (especial atención a la secuencia del televisor, justo abajo).


Rozando el delirio, algunas desasosegantes secuencias se alargan quizás demasiado, contraen los músculos del espectador y sobre todo, otorgan a las diapositivas de una virtud tan merecida como desdeñable: la violencia explícita. No apta para estómagos sensibles, no tanto por la cantidad de sangre, que puede ser justa, sino más por la sensación de opresión y incomodidad que algunas escenas pueden mostrar.

Alarmar a un jurado de un festival de cine de género, da muestras de la crueldad y el sadismo de la cinta. El problema reside en la capacidad del espectador para sufrir tamañas vejaciones. No todos los cuerpos están preparados para esto, y por ello, la película puede hacerse algo redundante en cuanto a lo que demasiadas secuencias críticas se refiere. Si no hay problema con lo anterior, la cinta es disfrutable. Sádica y brutal, pero disfrutable como ejercicio de entretenimiento al fin y al cabo. Con películas así, el cine fantástico español está llegando poco a poco a poder considerarse como eficaz.