martes, 27 de noviembre de 2018

Hereditary (2017)



¡Buenas tardes, penumbr@s!

Volvemos a la carga, como no podía ser de otra manera, con lo que, para mi, es la mejor película de terror de los últimos quince años (ahí es nada la exageración).

Recuerdo haber ido al cine a verla el día mismo del estreno (22 de junio de 2018), justo antes del examen de la oposición -¡qué mejor manera de afrontarlo que perturbar la mente con cine de terror!- y saber que había sido la mejor idea para relajar los nervios. Fue una total catarsis que me hizo dormir sin mirar debajo de la cama, aunque con cierta intranquilidad en el ambiente que ahora explicaré.

La polémica sobre su 'alta alcurnia' viene siempre por los mismos caminos: "Si esto ya lo hemos visto", "no sorprende" o el no menos famoso, "no cuenta nada nuevo". Todo es aceptable, pues para gustos, los colores. Lo que es innegable es la calidad técnica de la cinta, el hedor a muerte y tensión que se desprende desde los primeros compases y no te suelta, y la magnífica dirección de Ari Aster, un primerizo no tan primerizo -luego amplío.

El papel de Milly Saphiro sorprende -y mucho.

¿Qué es el terror? Quizás con la siguiente definición la polémica sobre algo tan poco tangible como la posibilidad de recibir daño ayude a percibir el tono de la película de otro modo. Para mi siempre hubo un robusto muro entre "miedo" y "terror"; el primero, reside en la cualidad del ser humano para percibir un peligro (ejemplo: "creo que alguien ha entrado en mi casa"), crea desasosiego y anticipa algo que va a llegar, inminente. Sin embargo, el segundo, conlleva la explosión de lo que ya habíamos anticipado, llevándonos al extremo de la pérdida de control y equilibrio (ejemplo: "Ese alguien que creí percibir en mi casa viene con un hacha directo hacia mi").

Por lo tanto, cuando alguien se siente a ver esta película ha de tener en cuenta que, quizás no tenga tanto de lo segundo como de lo primero. Es decir, es un drama psicológico que te mantiene en vilo, no tanto por enseñar, sino por sugerir. Aster tiene una cualidad que le encumbra para este género: la meticulosidad de las imágenes bañadas en una onírica cascada de destrucción. Porque, ¿qué hay más terrorífico que el resquebrajamiento de una familia bien avenida? Nada.

Ese es, sin lugar a dudas, el punto más fuerte de esta película. Si además añadimos que el elenco actoral eleva al máximo su partitura coral, el cocktail implosiona en nuestro cerebro como una olla a presión. Con dulzura, con delicadeza, incluso con exasperante lentitud en algunos tramos, pero todo tiene su sentido. Es necesario. El director juega con nosotros como si fuésemos colegiales. Hemos mamado el género desde que éramos niños -los más fans lo defenderán- y ahora estamos vendidos ante una oleada de imágenes y situaciones que harán temblar al espectador más avenido en estas lides.

Si no le dan un Oscar a Toni Collette por este papel...

Como os decía antes, la calidad de la cinta no versa solo en un elenco estelar. Los ángulos de cámara cuasi imposibles del director impregnan la atmósfera con un halo de vehemencia y desgracia que hace que no puedas cerrar la boca ante lo que ven tus ojos. 

El poder de la imagen elevado a la enésima potencia. Y es que este Aster no es nuevo del todo en estas cuestiones (tiempo atrás había estado metido en publicidad y eso se nota en el lado creativo del americano), su capacidad para dejarnos mal cuerpo con silencio es impresionante. Debido al fuego lento de su cocción, para cuando lleguemos al final, estaremos completamente a su merced. Desearemos que esa sensación se marche de nuestro lado y no vuelva a aparecer más. Es lo mejor que nos puede pasar si queremos dormir en los siguientes diez días.

Otro punto muy a favor de su visionado y de cómo no desfallecer en el intento es, sin duda, la sensación de que el dolor es inevitable. Esa terrible fusión de drama familiar de extrema y cortante tensión hasta el clímax intenso e in crescendo de sus aterradoras imágenes -vuelvo a incidir en esos ángulos maestros que no deberían ser dignos de un discípulo y que no se te irán de la mente. La función del director colinda perfecta y sobradamente con esta última cuestión: la enfermiza relación tormentosa de una familia avocada al desastre y la mente perversa de un director que tiene muy, muy clara cuál es su función. No le interesa decorar el terror con golpes de sonido -por fin-, sino con imágenes monstruosas de una situación inesperada. Un aliciente que, pese a lo horrible que es, desarbola la poca coherencia que le restaba al núcleo familiar.

El fuego redentor; el último paso hacia el desfiladero de la montaña

"Hereditary", en resumen, con empaque suficiente como ente individual como para dar lo mejor de los últimos años; pero, si fuese necesario, de forma colectiva -con tantos guiños a lo mejor del cine de terror de los últimos treinta años- ofrece un respetuoso y digno "refrito" -con su toque personal- de otras maravillas ya realizadas. Es importante clarificar que no vamos a ver lo mismo, solo que la calidad y la ejecución técnica y artística es tan grande que, pese a sonarnos familiar, no llegaremos a tildarlo de copia. Es más, diría que se acerca más a una modernización de ciertos clásicos en un compendio impredecible de ruina y dolor. Y es que ya lo decía Vito Corleone: "La familia...".

Lo mejor: La ingente cantidad de imágenes evocadoras. Su calidad en todos los sentidos.
Lo peor: La posible lentitud para espectadores exigentes. Pensar que es una película de terror al uso y perdernos el concepto tan embriagador que sugiere.




domingo, 25 de noviembre de 2018

Regresamos

Buenas a todos y todas,

Después de cuatro años dedicado a cualquier menester, vuelvo a la palestra para contaros novedades tanto de mis aventuras literarias -donde ando embarcado en mi cuarta novela-, como con las reseñas de películas o libros que puedan ser recomendadas.

¡ Nos vemos pronto !