jueves, 23 de agosto de 2012

Drácula



Una de las historias mejor relatadas de la literatura universal, adelantada a su tiempo en cuanto a situaciones y narración (en forma de diario, con envío de cartas donde los personajes van adentrándose en la historia), que luego terminaría llamándose narración cíclica, por sus constantes giros, y donde las dos historias paralelas convergen en un maravilloso y épico final, donde nada quedará exento. 

El mito del vampiro ha sido contado millones de veces, tanto en cine (aún recordamos la magnífica interpretación de Bela Lugosi todavía en blanco y negro) como en literatura (algunos hablan de plagio con la obra de John Polidori, "El Vampiro" o la inmensas "Carmila" y "La Hora del Vampiro" de J. S. Lefanu y Stephen King respectivamente). Sin embargo, sólo Bram Stoker se colgó la medalla de la inmortalidad, como su personaje principal, el vampiro basado en el caníbal Conde Dracul. 

En 1897, el autor irlandés escribió (probablemente sin saberlo) una de las novelas más icónicas y magnánimas de todos los tiempos. Su capacidad para sugerir y seducir queda fuera de toda duda. El impacto visual narrativo (con esos desconocidos Montes Cárpatos de colofón) es pretencioso y morboso, a la altura de cualquier otra buena novela gótica de su tiempo como "El Castillo de Otranto" de Horace Walpole, o el maravilloso relato corto de Edgar Allan Poe "La Caída de la Casa Usher", donde el misticismo y los paisajes quedan retratados convirtiéndose en parte activa de la narración, otorgando así a las novelas de un aire de misterio avasallador.

Hasta este punto, es posible que no haya nada nuevo en estas palabras, ya que seguramente todos los lectores hayan leído la obra. Mi intención con esta crítica es convertirla en análisis profundo de la situación de la época, de los motivos que aparecen en ella, y por supuesto, de la vanguardista e irónica narración que Stoker ejecuta con una solvencia y maestría envidiables.


Como decíamos, cualquier obra debe medirse con la época en la que fue escrita. De esta forma, podremos observar los clichés de la época, y la manera de actuar de una sociedad (en este caso la victoriana), que no hará si no reforzar mi idea de que literatura y sociedad han ido e irán siempre de la mano. Por tanto, desglosaremos la novela en los siguientes puntos imprescindibles para entender la novela mejor, o si hay una segunda lectura, ser consciente de los mismos:

- Sexualidad contra Pureza, Clasicismo contra Tentación; y Ciencia contra Religión, más Tradición contra Superstición.

A Sexualidad contra Pureza: De bien es sabido que la época victoriana se basaba en unos valores exquisitos, basados en el respeto y la moralidad, latentes y perceptibles en toda buena familia de finales del siglo XX. En el tercer capítulo, durante la estancia de Johnatan Harker en el castillo del Conde, este recibe la visita de tres lascivas vampiresas se acercan peligrosamente a chuparle la sangre antes de que el propio Drácula las interrumpa violentamente añadiendo que Harker le pertenece a él. El enlace entre vampirismo y sexo queda vigente durante toda la novela, y es que además, esas mujeres son lo opuesto a lo que la sociedad y sus valores defienden. Son seres completamente diferentes a lo que se espera.

Mientras Lucy y Mina son modelos de la más pura castidad y buenos modales, la intrusión de esas extrañas mujeres revelan el polo opuesto: son seres voluptuosos, insaciables y agresivas. En la narración de esta escena, Stoker sugiere varias posiciones sexuales que atraen y repelen a Johnatan Harker al mismo tiempo. El autocontrol se pierde, pues la seducción era algo tabú en la mujer de una sociedad victoriana, donde era premiada por su docilidad y virginidad, y una dama no puede tomar la iniciativa, ni mostrar deseo alguno.

Sin embargo, las tres vampiresas profesan en el joven una serie de actos sexuales peligrosos, no sólo debido a la rígida educación victoriana, que puede hacerle perder su reputación, si no que hace peligrar su propia vida.

B Clasicismo contra Tentación: Una de las mejores artimañas de Drácula para desunir al grupo es precisamente la ostentación. El hecho de que la época conlleve unas doctrinas, coge por sorpresa a todos sus rivales, ceñidos al corsé de unos valores morales intactos. Al igual que las tres vampiresas del inicio de la novela, cuando intentan seducir a Harker con artes poco conocidas, hacen perder el control de la situación al grupo protagonista frente a un enemigo más temible que el propio Conde: la tentación.


Las amenazas de Drácula surten el efecto deseado, pues antes del suceso que acontece en este dieciseisavo capítulo, el Conde reza: "Las mujeres que ahora amáis son mías ya, y a través de ellas, vosotros seréis míos también". En efecto, esta amenaza se convierte en realidad cuando Lucy, ya totalmente convertida en esclava sexual del Conde lascivamente intenta llevar a su prometido Holmwood a la locura, perdiendo así la batalla entre clasicismo y tentación en favor de esta última. Y es que el hombre es débil a la seducción, eso se ha demostrado durante toda la edad contemporánea, no sólo en los libros. La pérdida de poder de un sólo hombre, debilita el grupo entero, sacrificando la razón de unos valores irrompibles que ahora caen hasta el estrépito por las trampas ingeniosas del Conde.


C Oriente contra Occidente: En los capítulos finales, observamos como cada bando aúna sus propias armas para la batalla final. Los grupos son opuestos, y esas oposiciones no sólo incluyen el mero conflicto entre la moralidad lujuriosa y los valores castos victorianos, si no también entre el desarrollado Oeste contra el desconocido Este, donde la magia y la superchería quebrantan la fe cristiana y la figura de Dios.


En los capítulos iniciales, cuando Harker es guiado al castillo por unos gitanos, el paisaje oscuro, los aullidos de los lobos, el ulular del viento frío y los propios nativos representan las poderosas y misteriosas fuerzas del Este. Unas tierras desconocidas que no están reguladas por la ciencia o la economía como ocurre en Londres, si no por la poderosa superchería y tradicional del Este; y que por tanto, crean una desconfianza en Harker obtenida por la propia ignorancia de una sociedad estrecha de miras para con el resto del mundo.


Más adelante, cuando los invasores del Oeste comienzan a acercarse a los dominios del Conde, reciben toda la hostilidad del terreno (clichés de la novela gótica que mencionábamos antes: viento, lobos, amuletos o el propio paisaje fantasmagórico) ante ellos, convergiendo en la pérdida de la razón y el poder de una tierra exenta al dominio inglés, oscura, tenebrosa, donde la desconfianza se apodera de los protagonistas, como cuando el Doctor Van Helsing pierde la concentración durante el viaje hacia la mazmorra del vampiro y no puede hipnotizar a Mina. La tormenta y el fuerte viento son tomados por los invasores como algo inhóspito y mágico, que escapa a su rígido análisis de sociedad. Aquí no hay límites ni moralidad.


Curiosamente, el brillante autor irlandés lanza sobre esas líneas de invasión su propia acidez patriota. En otras palabras, pese a la hostilidad del terreno y de los lugareños, la invasión se ve completada cuando Van Helsing consigue clavar la estaca en el maltrecho corazón de Drácula, y cuando asesina a las tres vampiresas, otorgándoles a su muerte con una imagen de inocencia y pureza sinuosa, volviendo a los cauces de lo que la sociedad victoriana exige. Ahora las tres mujeres descansan en paz e irradian vírgenes de pureza.


Este brillante símil de victoria inglesa con sufrimiento (ante la inminente caída del sol) se extrapola al sentimiento que los irlandeses padecieron durante la guerra contra los ingleses. Esa invasión a la fuerza de alguien que no usaba la razón, y que no tenía en cuenta la opinión de los pueblos invadidos es usada en contradirección con la mezcla de culturas equidistantes entre sí en una maravillosa oda al extremismo, y una mordaz narración de lo que sus compatriotas sintieron ante la barbarie inglesa.


La calidad y el envoltorio de la novela le otorga la categoría de obra maestra, independientemente del gusto literario. Es una novela que se adelantó a su tiempo, que se desvanece en un puente que une hechos del pasado con el terror propio de una cultura anclada en unos valores determinados y rígidos, y que no acepta otras posibilidades como alternativa. La maestría de Stoker, así como su ácido tono crítico, cubren de gloria un texto que yacerá en las bibliotecas universales por tiempo inmemorial. Tan inmortal como influenciable en la historia de la literatura de terror.

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