martes, 21 de agosto de 2012

Misery



En 1987, el gran Stephen King publica una obra maestra de la literatura contemporánea, independientemente del gusto del lector por el terror o el suspense en general. Misery se ha convertido simplemente en un clásico de los libros, es un impresionante baluarte del horror más inesperado.

Un afamado escritor de novelas románticas, Paul Sheldon, siente que está viviendo demasiado de las rentas del personaje "Misery", así que decide escribir la última entrega con la muerte de la mujer protagonista, para poder sentirse realizado creando obras de mayor calidad personal, y menos comercial. Encerrado en Colorado, para encontrar la inspiración necesaria, vuelve para Nueva York durante una nevada abundante, cuando de repente pierde el control de su vehículo y colisiona quedando gravemente herido. Annie Wilkes, una enfermera cualificada y enfermiza aficionada del autor, le rescata y cuida de él de manera eficiente. Obsesionada tremendamente con el personaje de Misery, descubre el final de su existencia y obliga a Paul a reescribir el final para dejarla con vida reteniéndole en contra de su voluntad.

Con esta original trama, la narración de la primera parte de la novela se concibe con elegantes y cómplices diálogos entre escritor y fan número uno, en un trato exquisito de prosa, ubicándose en el drama psicológico más entretenido; sin embargo, en la segunda mitad del libro, ante la pérdida de control de la enfermera, las situaciones se vuelven de una crudeza y una incomodez muy latentes, rozando el terror más inhóspito de todos, que no es otro que el de la locura. La demencia de alguien que en su soledad se pervierte a sí misma, poniendo a su mayor celebridad al límite del dolor y la razón, con vejaciones tanto físicas como mentales realmente espeluznantes, que escapan a la razón humana (sin duda, virtud del autor para sonsacar connotaciones de crueldad máxima en el lector).

Pese a que el escritor americano siempre ha tenido retractores y defensores, debido en parte a su cruda prosa, es de recibo decir que en "Misery" está especialmente concentrado en su tarea, y es capaz de crear una atmósfera de desasistencia y desasosiego cruelmente conseguida. Por tanto, elimina el factor fetiche en cualquiera de los dos bandos, pues ahonda en las virtudes de sus características literarias (ambientación, ostracismo de los personajes en su dolor y descripciones interesantes pero breves), y disimula las partes donde siempre ha tenido críticas ostensibles (narración algo atropellada, diálogos un tanto superficiales y relaciones muy llanas entre personajes).

Curiosamente, en este último punto es donde libro y película han tendido un puente de calidad firme. La conexión de los personajes de Annie y Paul es evidente, incluso en la crueldad de la segunda parte, y pese a las vejaciones psicológicas que el protagonista sufre. El juego dialogante que ambos mantienen es impresionante. La paciencia de Paul para que Annie le de algunas pastillas para calmar el dolor, la desilusión y frustración que Wilkes siente ante la muerte de su personaje favorito, que desata una violencia sin límites hasta conseguir el objetivo de revivirla son sólo dos de las muchas situaciones brillantemente ejecutadas King en el libro, y por el firme guión de William Goldman en la película.

Esta última, rodada en 1990 tiene coincidencias tendenciosas con respecto a su homónimo literario: Un férreo y sólido guión, y una complicidad elegante e interesante de la pareja protagonista James Caan y la gran Kathy Bates (acertadamente premiada con el Oscar por su acogedora interpretación). 

Tras las cámaras, Rob Reiner ejerce de maestro de ceremonias con unos planos medios y cortos dignos de mención, donde se puede percibir hasta una gota de sudor cayendo de la frente de Caan, mientras agoniza tumbado en la cama, postrado con las piernas destrozadas. No obstante, como decíamos anteriormente, la película tiene la categoría que tiene por la increíble conexión entre los dos protagonistas de la historia, que muy gráficamente muestran los dos roles opuestos de manera sensacional. Los cambios de pensamiento, especialmente evidentes en la actuación de Bates, son impresionantes. La cara de la actriz ejerce de anfitriona de la maldad más extrema, pasando incluso por encima de su propia admiración, para llegar a la frustración y la ira por algo que considera injusto dentro de su demencia.

"¿Es esto tuyo querido Paul?" impresionante actuación de Kathy Bates

Las ingeniosas ideas de James Caan, pese a su invalidez constante son interesantes. Intenta hacerle salir de casa para traerle diferente material, alegando que no puede escribir si no lo tiene, y ahí es cuando se detiene el mundo, moviéndose torpemente por la casa aferrándose a cualquier elemento de huida posible. Evidentemente, estas situaciones de tensión quedan logradas de manera diferente en el libro que en el film. En el primero, son largos y detallistas párrafos, que hacen agonizar al lector en empatía total con el pobre escritor postrado; mientras en la segunda, aunque fenomenalmente conseguidos, se ven cortados en intensidad por la duración de la película. Aunque, hay situaciones que cortan la respiración, dejando en muy buen lugar al director, que hace una labor efectiva en la creciente atmósfera de la cinta.

Las escenas de dolor a las que Paul Sheldon se ve interpuesto si distan en violencia de un elemento a otro. Mientras el libro no concede un detalle sin contar, por muy escabroso o gore que este sea, la película, seguramente por toque de atención desde producción, se ve coartada irremediablemente, quedando menos cruda, aunque igualmente eficiente. Hay partes en el libro donde King expande el rencor y el dolor más nauseabundo posible (atención al momento tobillo, espeluznante), y por tanto, se convierten en imágenes bastante poco digeribles. Quizá hubiera tenido algo de sentido crear una versión del director más gore, para los amantes de este género, pero igualmente ambos soportes dan lo que lector y espectador buscan: unos momentos ciertamente delirantes de la psique humana y situaciones de tensión evidentes, todas ellas encontradas en la desoladora habitación donde Paul es obligado a permanecer.

Aún recordando la cara de odio y rencor de Kathy Bates, con una actuación memorable a todas miras, es meritorio añadir a James Caan como mártir del cine, por su indefensión constante y su capacidad de sufrir, gráficamente conseguida con su torcido gesto. Los papeles protagonistas de la película no pudieron tener mejores portadores. Tremendos ambos, el eje se mantiene firme durante todo el metraje, siendo el film de obligado visionado por su teatralidad y buen hacer. Una pena que ya no hagan pelis así.

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