Después de varios "paseos" por el cine de superhéroes con la trilogía de Spiderman, el gran Sam Raimi decidió volver al género que le vio nacer como director de género: el terror. Su inigualable y fantástica "Evil Dead" ha quedado para siempre en las retinas de los cinéfilos más nostálgicos por su mezcla de gore, terror y un brillante humor negro que hace que se te salten los puntos de la herida anterior.
Con este auto-homenaje, Raimi vuelve a las raíces más puras del cine que le hizo famoso. A ratos terrorífica, a ratos desternillante por los puntos de humor crudo y burdo que tiene. Es bonito ver cómo la industria de Hollywood aún puede renovarse, después de haber caído en la comercialidad total con la trilogía del hombre araña (aunque hay que decir que siempre tuvo ese cierto aire a serie B que tan bien queda). Pese a todo, como decía, es entrañable el paso lateral que el director americano ha dado, entrañable por momentos, que sus fans desde luego agradecen sobremanera.
La joven Christine (Alison Lohman) trabaja en un banco de los Angeles, donde, felizmente convive con su novio Clay (Justin Long). En un equilibrio y felicidad total, un día recibe la visita de una pobre anciana que necesita una moratoria para que no le desahucien. Pese a los lamentos de la señora, Christine decide no otorgarle ese crédito que tanto anhela, haciendo que la anciana entre en cólera y le lance una maldición que hará de su vida un infierno.
"Señorita, le imploro de rodillas que me conceda lo que le pido..."
El tema de la superstición y la superchería es terrible. Especialmente en mi caso, que tengo absoluto pavor a las famosas "señoras gitanas con ramo de romero", esta película me dejó quieto en el sofá durante los noventa minutos que dura. "Que no me pase a mí, que no me pase a mí" fue lo más repetido mientras mi hermana literalmente se descojonaba de mí ("mala yerba").
Es evidente que el género del terror busca re-editar los temores más ancestrales de las personas en general, pero si encima toca la fibra de la personal... mal asunto. Dicho de manera cómica, pues no deja de ser un tema totalmente supersticioso, la película yace desde lo más común, como es un día normal trabajando en un banco contra lo más profano y arcaico de nuestra existencia: el escepticismo. Esta última palabra es una espada de Damocles para la película, pues, si no sientes ningún temor al "rito del romero" como le pasa a un servidor, puede crear una sensación relativa de incoherencia con lo que sucede. No obstante, la tuerca gira en la otra dirección si se observa la película sin pretensiones culturales o supersticiosas, es divertida y terrorífica a partes casi iguales, no dando la sensación de agobio que pudiera generar sin los golpes de humor.
Efectivo papel el que realiza la actriz ataviada con un maquillaje adecuado
Con un guión firmado a partes iguales por Sam e Ivan Raimi (su hermano), muy diligentemente asociado a lo que un film de terror debe dar, la trama se sostiene a la perfección hasta el interesante final, que no hace sino amedrentar todas las esperanzas que el ser humano tiene cuando todo parece que comienza a ir mejor y bajas los brazos. La sorpresa final no resta un ápice de interés al metraje, es más, diría todo lo contrario, suma bastantes puntos de interés a la trama, que bien lidiada, termina con un dulce (o agrio, según se mire) desenlace, que hace que termines la película con sonrisa de medio lado.
El hechizo se lanza con un enigma intrínseco muy concurrido en el cine americano. Los clichés de esta industria nunca nos abandonarán. En otras palabras, el malo: extranjero. Y si, en este caso ocurre exactamente lo mismo, la anciana es húngara, aunque el brillante papel es ejecutado por una eterna secundaria Lorna Raver (señora Ganush). Asquerosa y entrañable a partes iguales (ya veréis por qué), la señora Ganush siembra un caos en la vida perfecta de la bella Christine. La maldición se conjura con tanta ira que las escenas de terror a veces rozan lo absurdo, pero es Sam Raimi, por lo tanto, se espera y prácticamente se desea que se rueden así. Repito, sin pretensiones de ningún tipo, es una película interesante y divertida. Muy divertida.
Mencionábamos la palabra escepticismo unos renglones más arriba. Sí. Existe en la sociedad de nuestros días (también roza el terror la situación donde nos rigen los vientos políticos) y es difícil de combatir cuando la cotidianidad de nuestras vidas nos ciega. Ahí está el rol de Clay, el perfecto profesor que mantiene a Christine alejada de "ramilletes de romero" y demás paparruchas. Es el único enlace que mantiene a Christine en el mundo racional, pero, ¿qué es lo racional cuando sólo tú ves lo irracional?. Es un juego efectista a todas miras, pues trae consecuencias de soledad y locura en la protagonista, que no entiende el por qué del conjuro, y que obsesa, intenta con medios chabacanos de todo tipo librarse del mismo.
Con un sinfín de situaciones ridículas, y otras tantas algo menos absurdas, "Arrástrame al infierno" se marcha con una sonrisa pura, la que te queda cuando algo está bien hecho. Un auténtico placer ver a Raimi de vuelta del género del que nunca debió salir. ¡Ah!, recordad, si veis una gitana con un ramillete de romero: ¡HUIR si podéis! Por lo que pueda pasar...
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