Después de varios meses sin sentarme en "la silla", aquí volvemos con energías renovadas. Sí, por fin he terminado mi mayor obra hasta la fecha (¡¡un libro!!) que me ha tenido totalmente absorbido. Pronto os daré más cuenta de ese camino. Ahora nos conlleva otro.
"The Descent" es un subidón en toda regla. Sin tapujos. Sin miramientos. Es una oda al miedo proyectado en una película. Es un sentimiento de agonía y claustrofobia que prácticamente no se aguanta. Desglosemos pues.
Un grupo de mujeres jóvenes deciden hacer espeleología en unas cuevas al oeste de un lugar cualquiera -presumiblemente Reino Unido- para animar a una de ellas tras la pérdida de su marido. Tras animarla a que coja sus bártulos y se apunte al carro, el grupo de seis mujeres se adentra desde el inicio en una espiral de acusaciones -o egos- que vienen muy bien durante el metraje para estar alerta. Nada es lo que parece, ni siquiera tus amigas de toda la vida lo parecen... Lamentablemente, los acontecimientos giran pronto en un sinfín de malos movimientos, que consciente o inconscientemente, guían al grupo a una cueva inexplorada y oscura donde los malos augurios no han hecho más que empezar, pues las cuevas SÍ están exploradas por unos moradores muy interesantes...
La fotografía de la película es uno de los puntos fuertes para mantener la sensación de ahogo
Con esta original -o no- trama, Neil Marshall se adorna con unos ángulos de cámara bastante interesantes (contrapicados de las muchachas saltando de montaña en montaña, primeros planos donde "cosas" que no esperamos salen de detrás de las tinieblas, etc.). La habilidad del director inglés es de sobra contrastada para estos campos técnicos. Especialmente bien conjuntados con la elegante y compleja fotografía de Sam MacCurdy -habitual de Marshall en todas sus films-, los planos secuencia otorgan al espectador un grado de pertenencia al sufrimiento que vienen muy bien para no despegar los ojos del televisor.
Claustrofobia. Sí, y mucha. El grado de ahogo que se siente durante el visionado prácticamente asola al espectador. La tensión del momento está muy bien llevada. Las actrices hacen un trabajo bastante digno, teniendo en cuenta que ninguna es especialmente conocida. La conjunción de acontecimientos está muy bien anclada en términos generales -lástima de ese final tan... tan... poco final.
El impacto que la noche eterna de la cueva entrevé hace que debas respirar a conciencia. De veras que algunas escenas están dotadas de una espectacularidad digna de mención. La película, como bien sabemos, mama del terror más clásico de leyendas visuales del tipo ochentero (se me ocurre la categoría del montaje en el "El final de la escalera" como hilo conductor excelente de la historia). La sinrazón, debido a la pérdida de la orientación por parte de las mujeres, se acelera de forma adecuada. Es decir, ni se vuelven locas al principio perdiendo el control, ni se relajan haciendo una fogata esperando a ser rescatadas. Todo lo contrario, se quedan en un término medio que podría categorizarse como realista. Uno se lo cree, y eso ya es mucho decir en este tipo de género.
Los habitantes de la cueva no desean ser usurpados de su descanso...
El caos llama a la puerta con el primer desfallecimiento. El cansancio trae errores. Los errores traen consecuencias. Si añadimos ésto al hecho de que las rencillas interpersonales comienzan a formar parte de las historia, llegamos a un buen puente de unión entre terror y cotidianidad dramática de amistad. Bien ejecutados movimientos de guión (ahora me pierdo, ahora se me rompe la anilla, ahora me quedo atrapada en este hueco, etc.) hacen que, forzados o no, el núcleo de la historia fluya relativamente rápida hasta su desenlace. Ese desenlace... tan frío... tan poco original lastra la puntuación final del film. Y lo hace bastante.
Una vez se descubre el pastel -queridos habitantes violentos de la cueva, calmaos por favor- la cinta alterna momentos brillantes de desasosiego puro con situaciones un tanto extrañas, que desnivelan la anteriormente mencionada credibilidad de los hechos. Lo peor no es eso, ya que en toda película que se tercie hay algunos momentos más creíbles que otros. El problema es que la mayoría de ellos vienen cuando el final se aproxima al apeadero. Y eso, cuando el final es tan regular, no es bueno. Nada bueno.
Pese a ello, los primeros sesenta y cinco minutos que Marshall ofrece son excelentes. La intrahistoria de los personajes cobra bastante importancia y son contados con acierto. La fotografía y la dirección son sencillamente brillantes. Ni una sola pega. De hecho, todo lo contrario, los primeros compases hacen de "The Descent" una película original y recelosa de olvidar para las memorias menos exigentes, pues contiene algunas escenas bastante llamativas para el género que nos ocupa.
No obstante, ese dramático y poco rebuscado final desluce el excelente trabajo de los tres primeros cuartos de metraje. No es el fin del mundo. En otras palabras, la película no es un bodrio por culpa de ese descafeinado final. Para nada. Sólo que da rabia saber que podría haber mantenido esa senda de naturismo, drama y terror del principio durante todo el metraje, y no decantarse por el violento choque entre habitantes y mujeres sólo porque sí. Aún así, sólo por los factores positivos que aquí se comentan, desde luego que merece la pena meter la cabeza en la oscuridad y no sacarla durante noventa minutos. Creedme, si alguien sobrevive y sale a la luz, expulsar el aire a la vez. Os sentiréis aliviados.