lunes, 22 de julio de 2013

The Purge (La Ciudad de las Bestias)


Uno por ciento de desempleo. Apenas hay violencia por las calles. Las comunidades de vecinos no temen por sus pertenencias durante todo el año. Bueno, mejor dicho, durante 364 días al año... el que resta, se desata la purga.

Con esta interesante y original premisa, nos involucramos en la barbarie de la sociedad actual. Si bien es cierto que el film es ficción absoluta, quedan demasiadas reminiscencias sobre la carencia de humanidad en el aire. Sobrevuelan por la sala de cine, sabedores los espectadores de que algo así podría llegar a suceder. De hecho, es todo lo contrario, ocurre durante 364 días al año: robos, violaciones, atracos, asesinatos, ajuste de cuentas, etc.

Volvamos al cine, que la vida ya la tenemos muy vista. Un sólo día al año, todo tipo de violencia queda permitida de manera legal, siempre y cuando, el resto del año, la población se comprometa de alguna manera a no delinquir. Todo vale. Problemas con el jefe, mal entendidos... lo que sea. Con dicha excusa, la alta alcurnia de la sociedad puede "purgar" las calles de "molestos" vagabundos e inmigrantes, relanzando el sistema de la purga como una eficaz lucha contra el bienestar social.

La vigilancia se extrema durante las horas previas a la purga

Mucho había leído en internet sobre la película -casi todas las críticas la tildaban de irregular, lenta y previsible-, pero no hay que dejarse llevar por las masas. Mejor la opinión de cada uno. Al menos, con esta última, nadie puede engañarte.

Comercial. El trasfondo social que James de Monaco ofrece tras las cámaras es super interesante. El tándem de maldad y mala suerte, compromete a una millonaria familia, siendo ésta objetivo de unos fans (por llamarlos de alguna manera) de la purga. Ese derecho a redimir sus pecados. Ese sentimiento que hace mejores a las personas durante un año, colapsando su mente tan sólo una noche.

La idea, no solo es sugerente, sino brillante. No tanto lo es en contenido, pues la película brama comercialidad palomitera por las cuatro esquinas, y eso, es un problema a la hora de digerir los típicos -malditos seáis- clichés del género, que no comentaré para que os pongáis nerviosos vosotros mismos con los movimientos -cuanto menos extraños- que ejecutan los protagonistas. Qué lástima que los productores no se hayan atrevido con un director con más bemoles, que se hubiese olvidado del "Recomendado para menores de 13".

Las máscaras, uno de los aciertos del correcto film

Un inicio típicamente americano, con saludos patriotas, deseos de una noche segura y demás parafernalia, el espectador espera acontecimientos. No aburre. No excita. Sólo avanza, torpemente, pero avanza. Tras pasar dicho lapsus, la acción comienza a desarrollarse. Los sucesos van y vienen con mayor agilidad, y sí, la acción tiene sus cotas anchas en cuanto a sangre y dinamismo. El intermedio de la película se convierte en la mejor parte. Muchas preguntas en el tintero, algún giro semi-interesante de guión -decente guión, todo sea dicho, si no fuese por algunos comentarios tipo: "¿Qué está pasando, papá?", que después de ser pronunciados trece veces, pierde fuelle y roza el ridículo- y unos villanos bastante misteriosos. Gran punto el de llevar esas máscaras siniestras con una sonrisa perenne. Punto a favor.

Lamentablemente, el final deja frío al espectador. Pese a tener un par de momentos de incertidumbre muy bien logrados, con ángulos de cámara muy puntiagudos, rozando el primerísimo primer plano, el "slasher" se instala definitivamente en las pantallas sin ton ni son. De repente, todo el mundo sabe matar, y parecen soldados profesionales. Cosas de América, supongo. No obstante, resta credenciales a la "realista" historia.

Con un final dinámico y relativamente sorprendente -aunque no mucho, insisto- de Monaco intenta dejar la última bala en la recámara. Lo que pasa es que, ya es tarde. Demasiado tarde para adecentar el resultado final. Da pena ver cómo la idea se hubiese desarrollado con un cineasta más, digamos, experto en terror o suspense (no quiero ni imaginarme cómo habría sido la peli bajo la firma de John Carpenter o Tobe Hooper. Soñemos).

No ha sido así. Es lo que tiene el cine "low cost", buscan artistas poco conocidos o poco vistos últimamente en cine, y con unos cuántos dólares, hacen fortunas. "¿Para qué complicarse? Seguro que podemos hacer otro remake cuando las cosas vengan mal dadas" Lástima que no se tomen riesgos asumibles con ideas tan brillantes como ésta. Da pena salir del cine habiendo disfrutado, pero sabiendo que se te va a olvidar absolutamente cada fotograma al día siguiente. Gajes del oficio, supongo.

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