jueves, 30 de agosto de 2012

Deseperación



Un pequeño pueblecito minero americano llamado Desesperación (podemos hospedarnos tranquilos con ese nombre) vive regido por un policía demente, que siembra el caos entre los pocos coches que pasan por la interestatal 50, que cruza con el pueblo. El vacío pueblo ha sucumbido a las fuerzas del mal, adentradas en el cuerpo del policía local y sumergirán a Desesperación en una pesadilla inimaginable.

¿Historias de policías locos?. Multitud. Aún recuerdo la película "Maniac", donde un argumento parecido es tratado de forma sencilla pero efectiva a la gran pantalla. Sin embargo, este libro encierra algo más endemoniado si cabe. Con la firma de Stephen King no se puede esperar otra cosa.

El libro tiene un arranque impactante. Es un remolino de imágenes y diálogos que pasan como una centella por nuestra imaginación (ese gran poder del ser humano), y no cesan hasta el último tercio del libro, donde es cierto que la acción decae bastante, y su lectura pierde fluidez para hilvanar todos los hilos que van quedando sueltos en toda historia que se precie. 

Pero volvamos al principio, adictivo como él sólo, crea una atmósfera de misterio y preguntas sin resolver (¿Acaso se ha vuelto loco el policía?, no hemos hecho nada malo, etc) que boicotean el sentido común del lector. "Desesperación" es una de esas historias que enganchan, comienzan fuerte y poco a poco se van enredando tanto que poco (o nada) tienen que ver con la percepción que nos da al principio, y esto no siempre es bueno. Hay que mantener la esencia de lo que dejas ver; es como si vas a probar un menú de degustación y te traen tantos y tan buenos platos que no te acuerdas del entrante del principio. Y es que eso es esencialmente lo que ocurre con esta novela. Al final, no sabes muy bien si el autor decidió improvisar, o tenía en mente ese desenlace desde el principio (por lioso y extraño que pueda parecer).

Aún así, hablamos del señor King. No se le ocurriría meter más de un punto débil en sus creaciones literarias; y en "Desesperación" no será distinto. El alma de la historia te atrapa y las páginas se pasan a una velocidad endiablada. La sensación de desasosiego a la que los protagonistas se ven despachados está muy bien narrada. Los entuertos realizados por el policía van secundados de unas ricas descripciones, tanto paisajistas como de personajes, y eso, en el fondo, enriquece el vacío que crea en la última parte del desenlace.

Con esto avanzamos otro de los puntos fuertes de la novela (y de Stephen King en general), que es las interrelaciones de los protagonistas del libro, perfectamente solidificadas entre sí, sin resquicio y muy ricas en detalles (ese niño que orina por primera vez sólo en mitad de una carretera mientras su padre le va aconsejando). La unión de los mismos, eleva la narración a un estatus de calidad superior. La capacidad innata del autor americano por crear microclimas en pequeño espacios sigue a la orden del día. Los personajes se ven abocados a sufrir, son vejados y abusados frente a una sinrazón, y aún así sus situaciones no desentonan con lo que pudiera pasar en la realidad (hablamos de ficción no obstante, se permiten ciertas licencias fantásticas). 

Conviene decir que ésta es la segunda parte de "Posesión", y ya se conoce el lema: segundas partes... lo que  pasa es que no está mal, insisto. Se lee muy bien, por la prosa directa a la que King tiene acostumbrados al lector, siendo tan adictiva que quieres saber el por qué del comportamiento demencial del policía, qué le sucederá a la familia del principio, y una par de sorpresillas que todo libro de género suele esconder. De igual modo, "Desesperación" se puede leer sin haberlo echo con la primera parte, quedando un producto decente e independiente del primero.

Razón de más parece hacerlo así, pues la calidad de "Posesión" es superior. Por lo que, en caso de que esta parte quede algo irregular en su último tercio, y haga decaer el ánimo al lector, habremos disfrutado de un inicio demoledor, y también cerraremos el círculo con respecto a la primera parte (bastante superior y más heterogénea).

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